¿El pasado realmente quedó atrás?

Por: Alba Valeria Pérez Méndez

Por: Alba Valeria Pérez Méndez

Marzo 2024

Era un 30 de agosto de 1797 cuando el aire inglés se volvió más álgido y corrió con la fuerza de Palas. Los habitantes londinenses se encontraban ocupados en sus actividades industriales y algunos cuantos leían a Swift y a Defoe. Sólo una pareja sabía la importancia de ese miércoles: William Godwin y Mary Wollstonecraft. Si bien ambos tenían la capacidad de ver más allá de lo evidente, ninguno logró dimensionar el impacto de lo que estaba por suceder. Y es que ese día, su hija, abrió los ojos por primera vez. 

 

Pocos días pasaron cuando el nacimiento y la muerte se encontraron de frente. La hija apenas tenía sus primeras experiencias de vida cuando la madre se despedía de ellas. La criatura quedó a expensas de su padre. Él la dotó de educación, imaginación e ideas. La niña creció y cuando tenía tan sólo 16 años encontró un amor apabullante. Recorrió el mundo de su mano, sin importar nadie ni nada, sólo dejándose guiar por las estrofas y versos que emanaban de la boca de su enamorado. Ella creó vida en sus historias y en su historia se creó la vida. Pero la muerte abrazó el destino del árbol y de los frutos, en poco tiempo, ella perdió a esposo e hijos. El dolor la atravesaba con una flecha en el pecho, y entonces la muerte tuvo misericordia. Ella se quedó con un sólo hijo, entregándole sus últimos pasos, sentimientos y letras. 

 

Hoy, querida persona lectora, deseo hablarte de quién intenté retratar poética y sintéticamente en las líneas anteriores. A lo mejor la podrás ubicar mejor si te escribo su nombre completo: Mary Wollstoncraft Shelley. Tal vez te preguntes los porqués de haberla elegido como la protagonista de este texto y más por la distancia kilométrica que existe entre 1797 y 2024. Porque al final  ¿Qué tendrían que ver sus andanzas con las nuestras? Ella vivió hace más de 200 años, en plena época del Romanticismo y de la Revolución Industrial. No sé si te suceda pero al escuchar estos momentos históricos lo que inicialmente pienso es que pertenecen a un mundo longevo. No obstante, creo que eso es lo que ha de llamar más la atención. Pese a que Mary habitó en un periodo ajeno en tiempo y geografía, lastima escuchar la armonía entre pasado y presente. 

 

Una de las muchas bondades de la literatura es que aparte de ser un puente para conectar diferentes contextos, también nos da la oportunidad de conocer a la persona detrás de cada obra escrita. Y con ello, sorprendernos de las similitudes que tenemos con lxs creadores de historias fascinantes. ¿Cómo? ¿Me estás diciendo que podría haber cierta correspondencia entre Mary W. Shelley y yo? Es correcto. Creo que idealmente me encantaría decir que lo que te une a ella es su ingenio pero sería ver sólo una pequeña parte del todo. Pues hay algunas situaciones que ella vivió y que desearía que ya no estuvieran presentes o mínimo tener anosmia para dejar de percibir su hedor. Pero resulta que hay algunas que aún permanecen y se olfatean a pesar de la distancia. ¿Te imaginas cuáles podrían ser? Espero encontrarte en la siguiente publicación para que tomemos un viaje en el tiempo, descubramos las respuestas juntxs y sigamos construyendo el camino.